lunes, 10 de octubre de 2016

14 de Julio de 2016, Niza

Hugo Winter. 300

Me llamo Alex Gorman. Yo era un militar americano, hace aproximadamente 8 años. Estoy visitando Francia, y esta mañana del 14 de julio he decidido irme a Niza, con mi mujer y mi hija. Son las dos personas más importantes de mi vida, y cuando yo estoy con ellas, suelo tener un calibre 45, en caso de algún encuentro con un criminal. Estamos andando por el paseo de los ingleses. Hay muchas personas, demasiadas personas en mi opinión. Mi mujer está contando alguna historia graciosa que hace reír a mi hija Amber, pero no estoy escuchando.

Algo me perturba, pero no sé decir qué. Al cabo de un rato oigo el motor de un camión, pero sin verlo, y se oyen los fuegos artificiales al mismo tiempo. Busco el camión por todas partes, pero no se ve nada. Solo se oye el ruido del motor. Pasan algunos segundos y toda la gente ve el camión. Está demasiado lejos para identificarlo, pero el vehículo se acerca tan rápidamente que la gente no reacciona. El camión atropella a su primera víctima, uno niño que no puede tener más de nueve años. Las mujeres lloran y también oigo disparos; el conductor, no pudiendo obtener satisfacción solo atropellando a la multitud, usa balas para asegurar que haya un número máximo de víctimas.

Sin pensar, y olvidando a mi familia durante unos segundos, intento parar al loco conductor, pero está protegido por su camión blanco que parece indestructible. Disparo sobre los neumáticos del vehículo, pero estoy muy nervioso para conseguir destruirlos, y mis disparos se pierden entre la muchedumbre, probablemente hiriendo a más inocentes. En un último intento de salvar a la gente, salto sobre el camión, pero no logro sostenerme, el conductor mueve el vehículo muy deprisa y caigo al suelo. Estoy perdiendo mucha sangre, pero no me importa. 

¡ He perdido a mi familia de vista ! Ahora, sin intentar sobrevivir o parar al terrorista, mi única ambición es encontrar a mi hija y a mi mujer. Por fin las encuentro, después de la llegada de la policía que ha matado al conductor, pero a penas las distingo. Las dos, muertas, están juntas en un charco de sangre. Mi Amber ha perdido su mano derecha antes de morir, pero con su mano izquierda sujeta la mano de su madre. Aún después de la muerte hija y madre son inseparables. No tengo tiempo de llorar, no he disparado todas las balas de mi 45. Pongo mi arma en mi boca y disparo.